(dpa) – ¿Quién ha visitado alguna vez la isla Reunión? ¿Dónde queda exactamente? Algunos tal vez la hayan sentido nombrar por la vainilla, un condimento nada económico a la hora de cocinar. Pero es que si uno visita una plantación de vainilla en la isla entiende por qué es tan cara. Pocos productos de la naturaleza llevan tanto trabajo como la vainilla en su producción.
Chantal trabaja en una de estas plantaciones de la isla francesa y nos cuenta la historia de la planta, que en aspecto parece una trepadora de lianas. Originariamente proviene de América Central y fue descubierta como un condimento exquisito por los aztecas. Es más, se dice que Moctezuma II bebía 50 tazas de una mezcla de cacao y vainilla todos los días.
¿Cómo llegó a Reunión?
Es posible que el primer europeo en probar la pócima de vainilla haya sido el conquistador español Hernán Cortés y que luego de eso la haya llevado a Europa, donde fue durante siglos una delicatesse reservada a las clases pudientes. España cuidaba con gran recelo sus plantaciones de vainilla, que se concentraban particularmente en la región de México, y la exportación ilegal era castigada con la pena de muerte.
No fue antes del siglo XIX que salieron los primeros retoños de la planta al exterior. «Los franceses los trasladaron a Reunión, que por ese entonces se llamaba Île Bourbon, pero por ese momento todavía no pudieron hacer negocios a gran escala porque la polinización no funcionaba», explica Chantal. En Reunión no había ni hay los colibríes y las abejas que hay en México.
Recién en 1841 Edmond Albius, un esclavo de doce años que trabajaba en una plantación, tuvo la idea de cómo se podía polinizar la flor: con una pluma o una ramita de bambú. Y hasta hoy en día ese método sigue muy vigente.
Un producto de lujo que requiere trabajo manual
Los trabajadores muy esmerados pueden lograr unas 1000 o hasta 1500 flores al día. Sin embargo, la polinización es sólo uno de los tantos eslabones del proceso, en el que cada fruto puede llegar a pasar unas 20 veces por las manos de una persona.
El primer momento es la cosecha: las chauchas son retiradas antes de madurar. Luego se clasifican. Las que tienen el mismo tamaño y no están marrones son colocadas en agua a 60 grados de calor para detener el proceso de maduración y activar unas enzimas importantes para que la planta forme sus aromas.
Después de ese baño se las deja fermentar durante cuatro semanas y luego se las pone a secar al sol. Tras este proceso se reducen las chauchas aproximadamente un tercio en tamaño, tienen un color marrón oscuro y son tremendamente aromáticas. Allí se las vuelve a separar por tamaño. Las que tienen unos 20 centímetros de largo suelen ser las mejores y las más caras.
Un condimento caro como la plata
En el último control se evalúa su aspecto y su perfume, y pasado ese paso se las envasa «en frascos o folios de plástico, porque las buenas vainillas precisan oxígeno», apunta Chantal. «De ese modo conservan su calidad durante varios años.»
A pesar del enorme trabajo que llevan, la producción parece ser un buen negocio. En Alemania, por poner un ejemplo, una porción de unos dos gramos cuesta 6,50 euros. Y es que a nivel mundial sólo se producen 1000 toneladas de vainilla al año, principalmente n Reunión, Madagascar, América Central e Indonesia. La demanda es muy superior a esa cantidad, y cuando hay algún problema con la cosecha el precio puede escalar a los 700 dólares por kilo. Tan caro como la plata.
No sorprende entonces que despierte algunas codicias, tanto de especuladores globales como de ladrones locales. Es tanta la presión, que en algunos sitios los campesinos pernoctan en la plantación cuando llega la época de cosecha. Los que son más meticulosos marcan cada chaucha para dificultar, al menos, cualquier venta ilegal.
«Los barones de la vainilla»
Algunos productores y colonos europeos llenaron tanto sus arcas con este fruto que son conocidos como «los barones de la vainilla». Porque si bien hubo fases de pérdidas, caídas del precio y surgieron los aromas artificiales, el producto natural pudo conservar su lugar en el mercado.
El extracto de vainilla, el polvo y la vainillina, producida en forma sintética, no tienen ni punto de comparación. Uno de los mayores compradores de las chauchas es Coca Cola. Pero el pobre esclavo que descubrió cómo polinizar la flor no vio ni un centavo. Es más, cuando se abolió la esclavitud en 1848 trabajó como ayudante de cocina y fue sentenciado a diez años de prisión por robo. El gobernador lo indultó a los cinco años por lo que había hecho por la isla, pero Edmond no logró rearmar su vida. Murió a los 51 años siendo pobre.
Por Joachim Hauck (dpa)