Forjando su talento artístico como creador de fallas, el artista Carlos Borrás pronto debutará en la feria de arte contemporáneo de Arco en Madrid. Y, abanderándose de la disrupción, el también fundador de la academia Creadores Disruptivos lo hará a través de la puerta más polémica: presentando una escultura invisible. Algo que dará mucho de lo que hablar entre toda la comunidad artística.
Cuando el arte trasciende su propia tangibilidad
Las distintas disciplinas mediante las que se desarrolla el arte, en todas sus formas y designios, han configurado el imaginario y la cosmogonía sensorial del ser humano a lo largo de su historia. Complementarias, las artes se expanden y unifican vertebrando la relatividad de la verdad, sujeta al contexto y las vivencias personales del artista que las ejecuta. De este modo, la música trasciende la palabra sin dejar de enfatizarla, así como la poesía escupe las vicisitudes de lo inexplicable o la pintura plasma un instante preciso o crea un mundo nuevo. Y, entre ellas, la disciplina de la escultura cincela la tangibilidad de lo posible ofrendándolo, sin reparar en su material, a lo palpable.
Sin embargo, existen grandes artistas que, pese a los duros cimientos sobre los que se erige su labor, escogen atravesar la realidad por el ojo de su aguja tomando el control de una verdad que, sin ser cosida, se adhiere a nuestro imaginario. Justamente, ese es el caso del artista Carlos Borrás, fundador de Creadores Disruptivos —una academia digital creativa con acceso a información en escultura y moldes—, quien debuta en Arco con una escultura invisible. Algo que dará mucho de lo que hablar, puesto que este tipo de obras ya ha generado controversia en otras ocasiones, como lo fue este 2021 el caso del italiano Salvatore Garau con su escultura inmaterial Io sono (Yo soy).
El secreto de lo que no podemos ver
Cuando el genial escritor francés Antoine de Saint-Exupéry (1900—1944) escribió en su imperecedera obra, El Principito, aquello de que “lo esencial es invisible a los ojos” forjó la clara idea de que no todo cuanto existe debe ser necesariamente palpable. Una cita con la que Carlos Borrás podría resumir su debut en Arco. Y es que, con más de 20 años de bagaje artístico, Borrás forjó su pericia como adolescente en las fallas de Valencia. Y, fruto de los juegos e ironías del devenir del tiempo, pareciera que el culmen de su carrera —por el momento— fuera plasmar precisamente cuanto queda tras el objetivo de las fallas: desaparecer manteniendo lo que queda tras el fuego.
Aunque guardando similitud con otras festividades donde la quema conduce el jolgorio de una comunidad, la nostálgica belleza de las fallas radica en su peculiar condición. Pese a tratarse de figuras escultóricas —y, por ello, destinadas a perdurar según nuestra percepción de las mismas—, su finalidad no es otra que la de extinguirse. Pero, ¿qué queda cuando las llamas han abrasado ya la madera, consumiendo hasta la última de las cenizas la sátira hecha forma? El fantasma de un recuerdo o, lo que es lo mismo, la capacidad de, como espectadores, crear en el vacío lo que se nos antoje. Un acto mediante el que invocar tanto una risa como el peor de nuestros miedos.
Carlos Borrás: un artista disruptivo
Haciendo gala de su voluntad de transgredir el arte tal y como lo entendemos, Carlos Borrás dispone también de la antes mencionada academia Creadores Disruptivos. A través de ella, el artista pretende dar su visión y concepción de la escultura mediante distintos cursos de escultura, pintura y moldes. Un recurso muy solicitado a lo largo de los últimos años, caracterizados por una inmersiva digitalización educativa que ha permitido a muchos jóvenes artistas acceder a formación de calidad online hasta dar con su voz propia y hacerse un hueco en el sector artístico. Además, contando con más de 55.000 seguidores en su canal complementario de YouTube.
Tras 15 años invertidos en la creación de fallas, aprendiendo procesos tales como la escultura en plastilina y los moldes de silicona, la iniciativa de Carlos Borrás es también la de dibujar un camino útil a futuros artistas para que puedan cumplir su sueño. De paso, disfrutando de una disciplina artística tan detallista y satisfactoria como lo es la escultura. Además, aportando todo tipo de consejos técnicos, pero también artísticos en cuanto a los precios del material y otros puntos de interés del desarrollo profesional como artista. Un artista de pies a cabeza cuya obra, aunque en un peculiar formato, pronto podrá verse en una de las ferias internacionales de arte más importantes.
Arco: la feria de arte más vanguardista
Del mismo modo que una habitación anecoica —perfectamente insonorizada— evoca una extrema sensación de inquietud a causa de la ausencia de ruido, la invisibilidad nos permite un canal de imaginación inigualable. Así, Carlos Borrás no nos presenta la nada como tal, sino que nos induce a una reflexión muchísimo más profunda. Cuando miramos a ese vacío, cuando se nos extirpa del objeto físico al que mirar, dirigimos los ojos hacia nosotros mismos. Un reflejo esquivo de nuestra psique, donde entran en juego todos nuestros pensamientos —desde el más superficial al más remoto— al que sólo puede inducirnos esa desposesión de lo tangible que tanto perturba la quietud.
Es esa la razón por la que Arco, una de las ferias internacionales de arte contemporáneo más vanguardistas, ha acogido la obra invisible de Carlos Borrás. Caracterizada por ir un paso más allá con cada exposición, Arco es el útero de la esencia y la tumba de lo vacuo. Con su primera edición celebrada a principios de los años ’80, su espacio ubicado en Madrid ha expuesto cada mes de febrerotodo tipo de obras polémicas. Desde el ninot del Rey Felipe VI en 2019, creada por Santiago Sierra y Eugenio Merino y cuyo contrato de compra exigía que se quemara, hasta el vaso de agua lleno hasta la mitad de Wilfredo Prieto. Y, este mes de febrero, la obra invisible de Carlos Borrás.