Pekín, 22 sep (dpa) – Bo Xilai se ganó el respeto de políticos internacionales al conducir a China a la Organización Mundial del Comercio (OMC) durante su etapa como Ministro de Comercio de China, entre 2004 y 2007. Hoy, este «príncipe» caído en desgracia fue condenado a cadena perpetua por corrupción, malversación de fondos y abuso de poder.
A Bo se le consideraba más accesible y carismático que a muchos de los precavidos y burocráticos líderes del Partido Comunista.
«Mi querido amigo Bo Xilai», afirmó en 2010 el entonces director general de la OMC, Pascal Lamy, durante una visita a la región suroccidental de Chongqing, de la que Bo se convirtió en líder del partido a finales de 2007.
Para Lamy, Chonqing era «un lugar cuyo desrollo, bajo el fuerte liderazgo de Bo Xilai y su equipo, tenía mucho que ver con la apertura de China al mercado internacional».
En 2010, Bo ya se había convertido en uno de los integrantes del Politburó del Partido Comunista China, del que forman parte 85 millones de personas. En Chongqing, los miembros más antiguos del Partido le alababan además por revivir los valores maoístas y por enfrentar el crimen organizado en una de las ciudades más importantes del país.
Muchos esperaban que Bo, de 64 años, hijo de uno de los «ocho inmortales del Partido, llegase incluso a formar parte del exclusivo Comité Permanente del Politburó. Pero en febrero de 2012, la inesperada entrada del jefe de policía de Chongqing en el consulado estadounidense desató un escándalo que se cierra ahora con su condena.
En medio de la curiosa ideología del modernizador y pragmático Partido Comunista Chino, Bo fue considerado tanto un protector «izquierdista» del legado de Mao Zedong como un «derechista» reformista económico.
El adolescente Bo fue guardia rojo al comienzo de la Revolución Cultural (1966-76), cuando Mao movilizó a la juventud del país para propagar el fundamentalismo comunista. Según su biografía, pasó varios años haciendo «trabajo manual en una ‘clase de estudio'», un dato que algunos consideran un eufemismo para decir que estuvo en un campo de trabajo como castigo.
Sea como fuere, Bo trabajó luego en una planta de reparación de máquinas durante seis años, antes de estudiar Historia y Periodismo en Pekín. En 1980 se unió al Partido y trabajó en sus oficinas centrales durante dos años, antes de trasladarse a la provincia nororiental de Liaoning, donde emergió como funcionario local y provincial de perfil cada vez más elevado. Después volvió a Pekín para desempeñar el puesto de ministro de Comercio de China.
Durante sus últimos años en Liaoning, Bo supervisó campañas antimafia que el Partido alabó y consideró modelo para otras regiones. Después, utilizó su experiencia en la lucha contra el crimen organizado y la corrupción en la región de Chongqing a partir de 2007, reviviendo además las canciones «rojas» de inspiración socialista en una campaña cultural.
La lucha antimafia supuso el arresto de miles de sospechosos, incluidos 77 funcionarios que habrían protegido a bandas criminales. Pero algunos expertos aseguraban que, más allá de las declaraciones triunfalistas de Bo, el crimen organizado seguía arraigado en Chongqing y todavía alcanzaba a los más altos niveles. Otros criticaban que la mano dura empleada era demasiado draconiana, incluso para el gobierno autoritario de China.
El Partido expulsó a Bo de su puesto en Chongqing en marzo de 2012 y un mes después del Politburó, en medio del escándalo que implicaba a su jefe de policía, Wang Lijun. Fue acusado de intentar frenar un caso de asesitano en contra de su mujer, que fue condenada a la pena de muerte en suspensión por matar al británico Neil Heywood.
El Partido aseguró que Bo recibió además «grandes sobornos personalmente y através de su familia» y que tuvo «relaciones sexuales impropias con varias mujeres».
Durante el juicio, en agosto, negó todos los cargos, aseguró que su confesión incial se hizo contra su voluntad y bajo presión de los investigadores y alegó que su mujer está desequilibrada. De poco le sirvieron dichos argumentos ante la corte de Jinan, que con su sentencia de hoy puso por el momento fin a su prometedora carrera.
Por Bill Smith