Moscú, 15 mar (dpa) – Gritan, celebran, dan palmas, cantan hasta desgañitarse, igual que en un concierto… solo que no celebran a una estrella de la música. Cuando el presidente ruso, Vladimir Putin, se subió a un escenario en un reciente acto de campaña electoral, la joven Jelena se quedó impresionada.
«¿No lo amas también?», gritaba la joven de 20 años, transmitiendo verdadera alegría y sosteniendo una pancarta en la que se leía: «Putin es el mejor», enmarcada en un corazón en los colores blanco, azul y rojo de la bandera rusa. Mientras, entonaba el himno nacional junto a miles de rusos.
Escolares y estudiantes adolescentes: ninguna generación supo copar los titulares el año pasado como los jóvenes que votan por primera vez. El Kremlin organizó antes de las elecciones del próximo domingo eventos con conciertos para demostrar que la cúpula rusa se preocupa por los jóvenes.
«Putin me da seguridad, hace fuerte a nuestro país», señala Jelena exaltada. Y muchos jóvenes piensan como esta estudiante que fue a Moscú expresamente para ver a su líder político favorito.
Sin embargo, desde el año pasado algo ha cambiado en Rusia: miles de jóvenes y seguidores del crítico del Kremlin Alexei Navalny se han manifestado también con regularidad para protestar contra la corrupción y exigir el final del sistema dominado por Putin.
Y es que muchos han nacido y crecido con Putin al frente del país. Muchos de quienes votan por primera vez este domingo tienen algo en común con el presidente de 65 años: el año 2000. Cuando él llegó al poder, muchos llegaban al mundo. Y ahora podrían contribuir a decidir por primera vez el futuro del país más grande del planeta.
«Emocionantes y alarmantes» describe Mijail las perspectivas de futuro de su país. El joven de 18 años tiene muchos planes de futuro: quiere ser diseñador o dibujante de cómics. Pero cuando se pone a pensar en su país, dibuja un futuro oscuro para Rusia: «Quiero contribuir a mover algo en mi país, pero nada avanza»: La gente sólo quier hacer dinero y estar tranquila. «Nos aferramos a la estabilidad y no nos damos cuenta cómo nos paraliza», señala.
Por ese motivo siguió en dos ocasiones el llamamiento a protestar de Navalny. Allí vio cómo la policía detenía a los manifestantes. «Precisamente allí tuve claro que la verdadera democracia sólo funciona donde los presidentes tienen también opositores». Por eso no quiere ir a votar y prefiere boicotear los comicios. «Mi voz sólo se escucha en la calle», dice Mijail.
Y es que una baja participación sería lo más doloroso para la cúpula rusa: según los sondeos oficiales, menos de la mitad de los en torno a siete millones de jóvenes que están llamados por primera vez a las urnas acudirán a votar. Y no por falta de compromiso con la política, creen los expertos.
«El problema son los políticos: no nos explican el sentido de las leyes, no nos representan», señala la joven fotógrafa Daria, de 22 años. Ningún diputado, ningún candidato se toma en serio los deseos y preocupaciones de los jóvenes rusos. «Nadie habla de las cosas que nos mueven a los jóvenes», alega.
La educación buena y accesible es muy poco común y también las perspectivas de ascenso para los jóvenes académicos. Les asusta además el sistema sanitario. «Si tienes dinero en Moscú puedes permitirte todo. Pero la calidad en las instituciones públicas está por los suelos».
Durante mucho tiempo la joven reflexionó sobre qué votará el domingo. «Mi cruz irá al candidato de los comunistas, que tiene grandes opciones de quitar votos a Putin». En su opinión, el próximo domingo sólo puede pasar una cosa: «Mostremos a Putin la fuerza de la oposición».
¿Pero traerá eso un cambio realista en el futuro cercano? «Me gustaría que la gente fuera abierta y valiente: entonces habría cambios y una auténtica estabilidad para todos».
Putin ha hecho muchas promesas en campaña, entre ellas invertir millones en el sistema social, impulsar la construcción de viviendas y desarrollar las regiones, así como reducir a la mitad la pobreza en su próximo mandato. ¿Pero eso anima a los jóvenes?
«Son palabras vacías», cree el matemático Yuri. «El Kremlin no quiere que las cosas cambien. Porque para eso debería ceder poder de alguna manera». El joven de 23 años acaba de terminar sus estudios y está reuniendo su primera experiencia profesional como programador.
Pero su verdadera pasión llega cuando apaga la computadora por las tardes y se pone los zapatos de baile: a Yuri le encantaría triunfar como bailarín. «Mis padres me dicen siempre: ¡no te arriesgues!». Y es que apenas hay incentivos estatales para los jóvenes artistas, por lo que debe buscar un empleo estable. «En Rusia uno se queda solo con sus sueños».
Aún no sabe qué hará el domingo. «Los medios estatales quieren arrinconar en una esquina a los votantes y Navalny en otra». Sólo hay dos opciones para quienes votan por primera vez en Rusia: un voto a Putin o un boicot. «En Rusia no puedes no tomar una decisión. Si no, desperdiciaríamos la esperanza en el cambio».
Por Claudia Thaler (dpa)