Madrid, 23 mar (dpa) – «Tuve en él un amigo leal», expresó el rey Juan Carlos de España en el mensaje a la nación que la televisión emitió apenas 45 minutos después de la muerte de Adolfo Suárez, el primer jefe de gobierno de la democracia española.
Emocionado, vestía de riguroso luto. Y tras él, en una mesa de su despacho del Palacio de la Zarzuela, se veía claramente la famosa foto en la que ambos caminaban de espalda al objetivo y el brazo derecho del monarca agarraba por el hombro a su amigo.
La tomó Adolfo Suárez hijo en el jardín de su casa cuando el rey, en 2008, acudió en persona a entregar el Toisón de Oro a un hombre al que el Alzheimer había borrado hace tiempo los recuerdos, también los de los avatares que vivieron juntos en la Transición cuando se empeñaron en hacer caminar a España de la dictadura a la democracia.
Fue la última vez que se vieron y Suárez no reconoció al rey. «¿Tú también vienes a pedir dinero?», le espetó. «Naturalmente, yo vengo a pedir dinero donde sé que hay», le respondió socarrón, según relata el periodista Fernando Ónega, autor de los discursos más importantes de Suárez.
«Mi dolor es grande. Mi gratitud, permanente», dijo hoy el monarca tras la muerte de su amigo. Esta vez nadie le había maquillado para disimular las ojeras ante la cámara.
«El fallecimiento de Adolfo Suárez me llena de consternación y de pena. Tuve en él a un amigo leal y, como rey, a un colaborador excepcional que, en todo momento, tuvo como guía y pauta de comportamiento su lealtad a la Corona y a todo lo que ella representa: la defensa de la democracia, del Estado de Derecho, de la unidad y la diversidad de España», manifestó.
El rey, de 75 años, y Suárez, de 81, se llevaban seis años. Una diferencia de edad no muy grande que cuando se conocieron, en 1969, les facilitó el entendimiento y la complicidad. Juan Carlos era príncipe y Suárez, hijo y nieto de republicanos, era gobernador civil de Segovia.
En la visita del príncipe a esa provincia comenzó una amistad entre dos hombres inteligentes y simpáticos preocupados por el futuro de España que se fue intensificando con los años.
Suárez fue nombrado director de Televisión Española (TVE) a petición del príncipe, un lugar ideal para promocionar su imagen entre los españoles como futuro rey.
El dictador Francisco Franco murió en noviembre de 1975 y Juan Carlos fue proclamado rey. Suárez entró en el gobierno de España como ministro, una posición que no tardaría demasiado en cambiar.
«Te tengo que pedir un favor». En 1976, el rey Juan Carlos le encargó formar gobierno, convirtiéndolo en jefe del Ejecutivo para que, junto a él, condujera a España hacia la democracia. La decisión, en general, no gustó. Pero el rey estaba convencido.
Suárez desmontó las estructuras franquistas, legalizó los partidos, incluido el Comunista (PCE) frente al fuerte rechazo de los militares, y llevó a España a las primeras elecciones democráticas, en 1977.
Son muchas las fotos que existen de Suárez y del rey juntos en esos años, riendo y protagonizando gestos de complicidad. Pero llegó un momento en el que esa estrecha relación se enfrió. Los abrazos entre ambos ya no se producían. El monarca, como muchos otros, no veía bien la política que aplicaba Suárez, que fue quedándose solo.
El terrorismo protagonizaba los llamados años del plomo y la situación económica era desastrosa. La Unión de Centro Democrático (UCD), que él mismo fundó y con la que ganó las elecciones, le daba también la espalda. En 1981 presentó su dimisión al rey, y este, lejos de rechazarla, la aceptó.
«Mantuvieron durante años una relación correcta, pero distante», cuenta el historiador Juan Francisco Fuentes, autor de «Adolfo Suárez. Biografía política». Pero poco a poco emergió entre ellos algo de aquella complicidad que comenzó a fraguarse en 1969.
«Le quiero mucho», dijo Suárez del rey en una entrevista televisiva en 1995.
«Tuve en él un amigo leal y, como rey, a un colaborador excepcional», manifestó el monarca en el mensaje institucional televisado hoy tras su muerte. Se encontraba, dijo, lleno «de consternación y de pena».
Por Sara Barderas
