(dpa) – El viaje por la autopista de seis carriles desde La Habana en dirección al tranquilo valle de Viñales, en el oeste de Cuba, es una aventura.
Los tractores y los ciclistas circulan junto a los coches intentando superar los baches y el asfalto resquebrajado. Varias veces hay que reducir la velocidad por culpa del ganado que se desplaza en la ruta.
Las fincas y los campos de tabaco y maíz, los plátanos, las palmeras y los matorrales bordean los últimos kilómetros de la accidentada carretera rural.
«Espero que pronto haya tantos turistas como antes», dice Miguel, un anciano de ojos despiertos y muchas líneas de sonrisa.
Aquí, en la colina, la vista del exuberante y verde valle de Viñales es magnífica. Se destacan sobre todo las palmeras reales, las plantas de tabaco, una que otra casa de campo, las extrañas rocas calcáreas, algunas con forma de cono y otras que parecen jorobas de elefante.
Incluso en la piscina del Hotel Los Jazmines, los huéspedes contemplan embelesados el paisaje infinito. El valle de Viñales es un parque nacional y Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Las normas ecológicas y de construcción son estrictas en el pequeño municipio de Viñales y sus alrededores, que cuenta con solo cinco hoteles, con un total de 500 camas.
Cuba en su estado más puro
Unas 1.600 familias aprovechan la falta de habitaciones y alquilan sus casas como alojamientos privados. En total, unas 4.000 camas, una cifra impresionante para una población de casi 30.000 habitantes.
Según explica el jefe de la Oficina de Turismo de Cuba en Berlín, Gioacchino Cinquegrani, Viñales es uno de los pioneros del turismo individual.
El hospedaje individual comenzó en Cuba hace unos 20 años. También en La Habana, las primeras familias recibieron licencias estatales para alquilar habitaciones a extranjeros.
En Viñales se respira Cuba en su estado más puro. Los huéspedes toman café y mojito al aire libre mientras observan lo que sucede en la plaza con la iglesia y el Hotel Central: cubanos con bolsas de compra, escolares con uniforme, turistas con mochila dormitando en el banco bajo las palmeras, todos con máscaras de protección contra el corononavirus. En Cuba sigue siendo obligatorio su uso en los espacios públicos.
Por la calle pasa traqueteando una vieja moto Ural de diseño ruso, luego un Chevrolet de más de 60 años, un autobús «made in China», coches japoneses, ciclistas y varios caballos.
Los turistas reservan excursiones a cuevas, paseos en barco, plantaciones para conocer la producción de tabaco o salidas a caballo por el valle. Además, hay una amplia oferta de restaurantes en las inmediaciones.
La mayoría de las casas, muchas de ellas de estilo colonial, están bien cuidadas para los estándares cubanos. Por ejemplo, en la calle Rafael Trejo las casas de los huéspedes brillan de color azul cielo, verde lima, beige y ocre y los tejados son rojos.
También llaman la atención las mecedoras, las palmeras y el aloe. En tan solo 300 metros a la redonda hay una decena de casas como Villa Española, Yoselin y Yeto, Casa Yamira o Casa Ana.
La entrada independiente, el aire acondicionado, el baño y la nevera suelen ser estándar. El precio arranca en los 25 dólares para dos personas por noche.
El hecho de comer y conversar con la familia también posibilita enterarse de que el peso nacional (CUP) no tiene tanto valor como el euro, por el cual se obtiene el triple en el banco.
Ratas gigantes y una enorme pintura rupestre
El famoso valle de Viñales, situado en la provincia de Pinar del Río, cuenta con varios sistemas cavernarios, reliquias rupestres de los taínos, el pueblo indígena del Caribe, que fascinan, así como también sus ríos, animales y plantas endémicas que solo se ven aquí en la isla.
El valle es el hogar de la jutía cubana, una rata gigante que pesa hasta siete kilos y es sumamente ágil.
Pero el motivo más popular de la zona es sin duda el gigantesco Mural de la Prehistoria. Una pared de roca de 120 metros de altura y 180 metros de ancho, pintada en 1961 por el muralista cubano Leovigildo González Morillo con motivos prehistóricos.
El operador turístico alemán Bernd Herrmann es un fanático del valle de Viñales. «Esta región es un punto culminante de todo viaje a Cuba. Tiene una naturaleza única», destaca el director de la agencia de viajes Cuba Senses en La Habana.
Herrmann detalla que llegan muchos turistas de Europa y también de América Latina, sobre todo de España, Italia, Alemania, Reino Unido y Francia, pero también de México, Colombia, Argentina y Chile.
Para los turistas que prefieren el mar, las fiestas y las bebidas a toda hora, Varadero es el lugar ideal. La ciudad situada en la península de Hicacos, a solo 140 kilómetros al este de La Habana, cuenta largas playas y enormes hoteles con todo incluido.
El valle de Viñales, por el contrario, invita al sosiego y a la calma.
Por Bernd Kubisch (dpa)