BAD KLEINKIRCHHEIM, Austria (dpa) – «¡No puedo ir tan rápido!», dice Marie Höfl-Riesch cuando está sentada frente al televisor un par de semanas antes de comenzar sus primeras vacaciones de esquí. Sin embargo, no hay peligro para principiantes en el cerro de Bad Kleinkirchheim, en la región austriaca de Carintia. Hasta los adultos tienen que empujar fuertemente los bastones de esquí para comenzar a deslizarse.
Aun así, a Marie le parece temeroso el cerro en Bad Kleinkirchheim cuando se encuentra arriba, en el punto de salida del descenso en el primer día de esquí de su vida. Sin embargo, antes de salir tiene que quitarse los esquíes. «Buenos días corredores», dice la profesora de esquí, Alex, saludando a los niños. Hay una niña con el chupete en la boca, otro niño está llorando y muchas caras delatan la tensión.
Los niños salen a la pista primero con un solo esquí y más tarde, al mediodía, con los dos esquíes. Una vez llegados abajo, los jóvenes esquiadores se suben a la cinta transportadora que los vuelve a llevar hacia arriba. Alex está abajo y da una explicación tras otra. Marie tiene que aprender muy bien cómo debe poner sus esquíes. «Siempre hay que ir como un trozo de pizza», dice Marie durante el almuerzo al referirse a su principal avance de aprendizaje.
De lo que se trata es de que los esquíes se deben poner de modo tal que formen una V, como un trozo de pizza.
Al día siguiente, el programa para Marie incluye una experiencia muy especial: un paseo en un trineo tirado por perros con el conductor Peter y el papá. Marie tiene que ponerse el casco y sentarse en trineo. Papá está sobre el patín estrecho, detrás de Peter, y ¡vámonos! De vez en cuando, Peter dice «gee» (derecho) y «ha» (izquierda), pero generalmente la perra guía, Tara, encuentra el camino sin instrucciones. Quizás un cuarto de hora haya durado el primer viaje en un trineo de perros en la vida de Marie. «¿Cómo fue?», pregunta el padre al final del viaje cuando Marie se baja del trineo. «Sólo he mirado hacia abajo», admite la niña apocada. De alguna manera, el rápido viaje le daba cierto miedo. Sin embargo, a la madre, que había esperado abajo, en el valle, le cuenta más tarde, llena de entusiasmo, que fue genial.
Por Michael Zehender