(dpa) – Cuando los yoguis hacen la figura del «perro boca abajo» y miran de cabeza hacia el East River, ven como recompensa el skyline de Manhattan. Los rascacielos del Upper East Side parecen entonces colgar del cielo. También como visitante es refrescante cambiar el punto de vista y dirigir la mirada hacia una zona más bien desconocida: el bourough (distrito) de Queens de Nueva York.
Los fines de semana, las clases gratis de yoga atraen a mucha gente al Socrates Sculpture Park en Astoria, barrio ubicado en el noroeste de Queens. Midtown Manhattan con su ruido, su ritmo frenético y sus calles taponadas por taxis amarillos parece desde aquí un mundo alejado. Y hay otra cosa que falta: la avalancha de turistas.
Queens es gigante y diverso
Después de Manhattan, el Bronx, Staten Island y Brooklyn, Queens, con sus 280 kilómetros cuadrados, es el quinto mayor distrito de Nueva York. Unas 2,3 millones de personas viven allí. Desde el aeropuerto de La Guardia en el norte hasta los surfistas en la salvaje Rockaway Beach en el sur son más de 20 kilómetros en línea recta. ¿Cómo comprender mejor este Queens étnicamente muy diverso con todos sus barrios?
Lori Lustig lo sabe. La neoyorquina de 64 años es una de las más de 300 «Big Apple Greeter», embajadores de la ciudad, que regularmente acompañan a los turistas. Lori creció en Flushing, el destino de la excursión de hoy de oeste a este.
Queens es absolutamente multicultural
El paseo recorre primero de manera relajada el East River. Luego, Lori dobla en una calle llena de street art (arte callejero). En incontables paredes, muros y entradas de garage hay coloridas obras de arte. Welling Court Mural Project se llama el lugar. En este museo al aire libre, que abarca varias manzanas, los grafiteros trabajan desde hace diez años. En este lugar se puede permanecer por horas.
Lori relata que hoy en día la mitad de las personas que vive en Queens nació en otro país. «Yo pertenezco a la otra mitad». Sus abuelos llegaron hasta allí provienientes de la actual Ucrania. Su esposo es oriundo de Bielorrusia. El apellido «Lustik» se convirtió en «Lustig». La maestra pensionada trabaja tres días por semana en una escuela en Astoria. La jubilación le pareció demasiado aburrida.
«Cuando los niños llegan nuevos a la escuela, pueden elegir en un formulario entre 162 lenguas para marcar su lengua materna», señala Lori. Según la Endangered Language Alliance, en Queens se hablan 800 lenguas, más que en ningún otro lugar en el mundo.
La ciudad que a veces sí duerme
Que Nueva York con su mar de luces nocturnas es una ciudad que, al contrario de lo que dice el refrán, sí duerme a vece es algo que se puede observar en Queens. En sus tranquilas calles las personas incluso son despertadas por el canto de los pájaros.
Todo se vuelve más colorido y animado a medida que uno se acerca a la estación Ditmars Boulevard. Allí se aprecian las cúpulas azules de una iglesia ortodoxa griega. Un anticipo de la diversidad de templos, mezquitas, iglesias y sinagogas que hay en el barrio de Flushing.
Es tiempo de tomar un respiro. La elección recae en el Bohemian Hall & Beer Garden, que se considera el patio cervecero más antiguo de Nueva York. El restaurante fue fundado por inmigrantes de Bohemia y por eso el menú incluye pirogs, goulash y escalopes.
Cómo llegó a Queens la familia Steinway
Al crisol de razas de Astoria, que en aquel entonces aún era un suburbio rural que prometía trabajo, llegó también una ola de inmigrantes alemanes. Cada vez más familias compraban campo allí.
Uno de ellos fue el legendario fabricante pianos Steinway. La familia alemana se apellidaba Steinweg y tradujo su nombre al inglés. El hijo William Steinway hizo construir a partir de 1870 una fábrica y al mismo tiempo toda una Steinway Village para los alrededor de 400 empleados con escuela, correo, jardín de infantes y parque recreativo. Hasta hoy en día en la Bowery Bay en Astoria se fabrican pianos.
La Steinway Street atraviesa Astoria unos tres kilómetros hasta la estación de metro del mismo nombre. Los trenes de la Línea M van en dirección al este hasta la estación final Forest Hill. «Pero tenemos que ir a la Línea 7», dice Lori.
Hacia el Queens asiático
El metro pasa por Little India y Little Bangladesh hacia Jackson Heights, luego por Corona, marcado por los latinoamericanos, hasta que en la estación final de Flushing en el este se vacía completamente.
Al salir a la superficie a través de la escaleras mecánicas, uno se siente trasladado a otro continente. Coloridos carteles en chino o coreano se pueden ver delante de las fachadas.
El último censo en 2010 registró que el 70 por ciento de las personas en Flushing proviene de Asia. La tendencia crece. En Chinatown se comen pepinos de mar disecados, pollos negros, caracoles, mariscos y otras delicias provenientes del mar, vivas o muertas.
Una casa con una gran historia
Yendo a pie hasta la Flushing Main Street está la histórica Bowne House, un importante monumento a la tolerancia religiosa. El británico John Bowne construyó la casa en 1661. Dado que Bowne organizaba regularmente encuentros de cuáqueros, en 1662 fue arrestado por el entonces gobernador. Pero se defendió con éxito y sentó un precedente para la libertad religiosa.
El emblema de Flushing, la esctructura metálica de más de 40 metros de altura que representa a la Tierra llmada Unisphere, encaja perfectamente en esta imagen. El globo de acero construido para la exposición mundial de 1964 en el Flushing Meadows Park recuerda la diversidad y el cosmopolitismo de Queens.
Sólo una pequeña bola amarilla considerablemente más pequeña le hace competencia a la Unisphere cada verano, cuando en el vecino estadio Arthur Ashe se celebra el Abierto de Tenis de Estados Unidos. Lógicamente los espectadores vienen de todo el mundo.
Por Dörte Nohrden (dpa)