Jartum (dpa) – El mundo de las competencias deportivas se enriqueció con una curiosa disciplina gracias a la veterinaria sudanesa Nun Mahyub, una joven de 27 años que se ve a sí misma como la creadora de las cada vez más famosas carreras de tortugas de su patria.
«Varios motivos me llevaron a organizar estas carreras de tortugas», dice ante el Museo Nacional en la capital de Sudán, Jartum, donde su tortuga de carrera «Dargot» acaba de conseguir para su dueña un trofeo así como un pequeño premio de 1.000 libras sudanesas (unos 11 dólares).
La tortuga logró dejar 35 competidoras detrás en una distancia de 2,50 metros al cruzar la línea de llegada después de apenas 33 segundos.
«Se trata de animales oprimidos que suelen ser asociados con la lentitud; esta injusticia es el resultado de diferencias de velocidad respecto a animales de especies completamente distintas», justifica Mahyub su idea.
El número relativamente alto de alrededor de 300 espectadores -hombres, mujeres, niños- durante la primera carrera en el jardín del museo de Jartum también fue una sorpresa para ella. Entusiasmados, alentaron a los animales con números en sus caparazones.
Los dueños de las tortugas de carrera atraen a sus favoritas hasta la meta con sus comidas preferidas, aunque cuando suena la señal de salida, un pitido, también se permiten ligeros empujoncitos para dar un impulso inicial a las competidoras.
El pequeño Abdel Rahman es uno de los entusiasmados espectadores. Compite con su tortuga «Tortilla». Según su madre, el niño de tres años era considerado introvertido hasta que descubrió su pasión por las carreras de tortugas. Ahora parece otro.
Las nuevas pasiones por entretenimientos de todo tipo se abren paso en Sudán desde que el gobierno de transición va rompiendo con las estrictas reglas de la sharia islámica que estableció Omar Al Bashir.
Estas regulaban desde los años 90 la vestimenta y establecían prohibiciones para el consumo de alcohol. Al Bashir gobernó Sudán con mano dura durante casi 30 años antes de ser depuesto por el Ejército en abril después de meses de protestas masivas.
Luego, en julio, los militares y la oposición civil acordaron un Gobierno de transición. Es así como se van abandonando viejas costumbres y se van saboreando nuevas libertades.
Las carreras de tortugas son una de ellas. Tras el éxito de la primera, la idea es celebrarlas ahora más seguido. En un país en el que hay pocas posibilidades de esparcimiento, el deporte se encuentra bien arriba en la lista de preferencias, sea del tipo que sea.
Hay muy pocos conciertos y cuando los hay, son muy pocos los que pueden pagar una entrada. La situación económica del país sigue siendo difícil al igual que antes.
La veterinaria Mahyub, que comenzó con la cría de tortugas en 2018 e inició al mismo tiempo un lucrativo comercio con ellas, entiende también las carreras como una posibilidad de informar sobre las costumbres y especificidades de estos animales.
Muchos de sus clientes son madres en la búsqueda de un regalo interesante para sus hijos, a quienes intentan mantener alejados de los televisores y los ordenadores.
También los profesores de biología Mohammed Hamdin y Nasrallah Al Kasim apuestan al efecto pedagógico de las carreras de tortugas, que en un país como Sudán funcionan asimismo a modo de entretenimiento.
El zoológico de la ciudad cerró en los años 90. Para muchos niños, tener tortugas de mascota representa una especie de aprendizaje basado en la observación.
«A través de estas carreras se puede ampliar la conciencia de niños y adultos de que, más allá de nosotros como personas, también hay otros en este planeta», dice el padre de Anne, de cuatro años.
Por Hipa Salih y Ralf E. Krüger (dpa)