Muchos hemos escuchado los cantos gregorianos o incluso nos hemos deleitado con ellos por sus armoniosas y tranquilizantes melodías. Sin embargo, pocas personas conocen sus orígenes.
Para empezar, este canto tan antiguo se denomina “gregoriano” porque fue el Papa Gregorio I en el año 600 quien introdujo este canto litúrgico.
Además, en el momento de su creación, el canto gregoriano era monódico, es decir, tenía una sola voz; se cantaba a capella: sin instrumentos ni acompañamiento y, por último, no estaba sujeto a ningún compás. La mayoría de los cantos gregorianos de hoy en día siguen teniendo estas tres características.
Otro dato curioso es que durante doscientos años los monjes aprendieron este canto de oído, y pasaba de generación en generación. No obstante, en el siglo IX aparece Guido de Arezzo, que inventó un sistema de notación para que los monjes pudieran leerlos y recordarlos de manera mucho más práctica.
Finalmente, cuando inicio esta corriente musical, los cantos gregorianos estaban formados por tetragramas, de cuatro líneas, en lugar de los pentagramas actuales.
Soraya Andreina Pérez