Cannes, 15 may (dpa) – El cine de Spike Lee no se entiende sin su activismo en defensa de los derechos civiles de los negros en su país, y esa lucha es la que hace latir «BlaKkKlansman», la película que el director estadounidense presentó hoy a concurso en el Festival de Cannes.
La historia de un policía negro (John David Washington, el hijo de Denzel Washington) que logra infiltrarse en el Ku Klux Klan con ayuda de un agente blanco (Adam Driver) se basa en hechos reales ocurridos en Estados Unidos a principios de los 70.
Aunque durante el metraje las referencias a la situación de discriminación que siguen sufriendo los negros en Estados Unidos son obvias, el director de «Malcom X» cierra además la película con las imágenes de los disturbios raciales de agosto pasado e incluye la escena de la muerte de Heather Heyer, la mujer que fue atropellada en Charlottesville.
«Tenemos un tipo en la Casa Blanca, no voy a decir su jodido nombre, que en un momento decisivo, no sólo para los estadounidenses sino para el mundo, tuvo la oportunidad de decir que queríamos amor y no odio. Y ese hijo de puta no denunció al jodido (Ku Klux) Klan, sino que reivindicó la derecha alternativa y a esos jodidos nazis», explicó en rueda de prensa.
«Que Estados Unidos es la cuna de la democracia es una mierda. Estados Unidos se construyó en base al genocidio de los nativos y la esclavitud, esa es la fábrica de Estados Unidos», insistió el realizador, que advirtió en varias ocasiones que el problema del auge de la derecha radical no se circunscribe sólo a Estados Unidos.
«No piensen que lo que sale en la película es algo que sólo sucede en Estados Unidos. Es un problema global. En sus propios países ¿cómo tratan a los musulmanes, a los inmigrantes, a los inmigrantes que vienen de África? Ustedes también tienen su propia mierda».
La contundencia de las declaraciones del realizador opacaron a los protagonistas, John David Washington, que ha dejado el deporte profesional para seguir los pasos de su padre, el actor fetiche de Lee Denzel Washington. Y a Adam Driver, estrella en este certamen por partida doble, ya que protagoniza también la película de clausura: «El hombre que mató a Don Quijote», de Terry Gilliam.
Lee compite por tercera vez por la Palma de Oro, un premio que muchos pusieron en su mano en 1989 con «Do the Right Thing» y que al parecer todavía le escuece que finalmente no se lo dieran. Fue a parar a «Sex, Lies and Videotape», de un jovencísimo Steven Soderbergh.
Fuera de competición la prensa seguía todavía dividida con «The House That Jack Buit», la película con la que se ha permitido el regreso a Cannes del director danés Lars von Trier tras siete años de ostracismo.
Von Trier, que ha dejado de ser persona non grata en La Croisette, estrenó la noche del lunes un drama sobre un asesino en serie (Matt Dillon) que considera cada uno de sus crímenes una obra de arte. La crudeza descarnada de algunas imágenes, como la mutilación de unos niños, hizo que más de un crítico se levantara y abandonara la sala.
La provocación es innata en este realizador, cuyo trabajo al parecer sigue viéndose influenciado en cierta medida por esa depresión que padece. Si «Melancholia», con la que compitió la última vez en Cannes hace siete años, mostraba una visión apocalíptica del mundo, en «The House That Jack Built» se puede intuir cierta autocrítica si se considera al asesino un eco del artista dispuesto a torturar para conseguir su obra.
Von Trier puede gustar más o menos, pero nunca deja indiferente.
Por María Luz Climent Mascarell (dpa)