Moscú, 21 mar (dpa) – En las últimas semanas, los episodios de violencia se multiplicaron en forma alarmante en diversos estadios del fútbol europeo. Y en muchos casos, con los ultras rusos como protagonistas. Sin embargo, a menos de tres meses del inicio del Mundial, el Kremlin está decidido a poner orden.
Tras ser reelegido como presidente ruso por una aplastante mayoría, Vladimir Putin se prepara para recibir del 14 de junio al 15 de julio a uno de los mayores eventos deportivos y sociales del planeta. Y todo debe salir a la perfección.
Las imágenes de la Eurocopa de Francia 2016, con los graves incidentes entre los «hooligans» rusos e ingleses en Marsella y otras ciudades, dieron la vuelta al mundo. Algunos medios internacionales señalan que ambas aficiones podrían volver a chocar durante el Mundial en Nizhni Novgorod, donde también se teme la presencia de «barras bravas» argentinos apoyando a los rusos. Sin embargo, en Moscú están convencidos de que todo transcurrirá sin problemas, tal como sucedió en la Copa Confederaciones que Rusia organizó en 2017.
Antes del inicio del ensayo general del Mundial disputado el año pasado, las autoridades rusas endurecieron ya las medidas de castigo: aquellos hinchas que cometan incidentes pueden recibir desde multas económicas y prohibiciones de ingresar a los estadios hasta penas de varios meses de prisión.
Más de 400 fans se encuentran incluso en una lista negra difundida públicamente por las autoridades. En la nómina divulgada en Internet figuran los nombres y apellidos completos de los ultras con malos antecedentes y hasta sus fechas de nacimiento.
«Para Rusia, el Mundial de fútbol es un evento especialmente importante y el nivel de seguridad no tendrá precedentes», afirmó Alexander Shprygin, considerado como uno de los principales líderes ultras de Rusia, en entrevista con la agencia dpa en Moscú.
«Cada vez que Rusia organiza un evento de gran alcance, como los Juegos Olímpicos de Sochi o la Copa Confederaciones, el torneo transcurre sin ningún tipo de desórdenes», señaló Shprygin, quien es presidente de la Unión de Aficionados de Rusia, una organización que reúne a más de 110.000 hinchas rusos.
Para Shprygin todo cambió tras la Eurocopa, y en particular después de los incidentes de Marsella. El líder ultra, de 40 años, fue expulsado en dos ocasiones del certamen en Francia y poco después las fuerzas especiales rusas se lo llevaban detenido cuando se encontraba en el baño de un hotel en Rusia.
El aficionado del Dínamo Moscú, con buenos lazos con la política, se encuentra actualmente en libertad, pero su agrupación fue suspendida y teme que no se le permita asistir a los estadios durante el Mundial, a pesar de que su nombre no figura de momento en la lista negra que se dio a conocer.
«Aquellos que tengan prohibido el acceso no tendrán posibilidad de ingresar a los estadios», advirtió Alexei Sorokin, el jefe del comité organizador del Mundial tras la salida del cargo de Vitali Mutko, actual viceprimer ministro ruso.
Ya durante la Confederaciones, el propio Shprygin no pudo ingresar al partido inaugural entre Rusia y Nueva Zelanda en San Petersburgo después de que dos horas antes del encuentro recibiera una notificación de que su FAN-ID había sido anulado. Este sistema de control permitirá a las autoridades tener la información sobre todos los aficionados que ingresen a los estadios.
¿Pero qué sucederá en las calles? «El nivel de seguridad será tan grande que será absolutamente imposible que suceda algo como en Marsella», insistió Shprygin en su encuentro con dpa en un bar del sudoeste de Moscú. «Brawler’s Pub» (El Bar de la Pelea) se llama curiosamente el lugar elegido por el ruso para la entrevista.
Más allá de las disputas callejeras, también preocupan los episodios racistas que suelen tener a hinchas rusos como protagonistas. Los aficionados rusos no tienen la mejor reputación y en muchos casos la discriminación o el ultranacionacionalismo forman parte de la propia cultura ultra. La UEFA, de hecho, abrió hoy mismo un expediente al Zenit de San Petersburgo por los cánticos dirigidos al futbolista negro del Leipzig Naby Keita en la Liga Europa. También inmigrantes de Asia Central o del Caúcaso suelen ser víctimas de la xenofobia.
Se considera que los hinchas más radicales son los del Spartak y el CSKA de Moscú. Entre los ultras de la capital rusa suelen producirse choques, pero también hay incidentes y episodios de racismo en clubes más pequeños como Ural Ekaterimburgo o el Arsenal Tula.
El nuevo estereotipo del ultra ruso, en cualquier caso, es muy diferente al de los «hooligans» ingleses de la década de 1980, borrachos y en muchas ocasiones excedidos de peso. «Los hinchas rusos tienen un estilo de vida saludable. Van al gimnasio, practican deportes de combate, este tipo de cosas», explicó Shprygin.
En Rusia, sin embargo, aseguran que todo estará bajo control durante el Mundial. La respuesta se verá en menos de tres meses.
Por Thomas Körbel y Peter Spinella (dpa)