Madrid, 19 feb (dpa) – El duro ajuste implementado por el Gobierno de Mariano Rajoy y la recuperación de la economía española tras su crisis más devastadora en décadas tienen un nombre propio: Luis De Guindos.
El ministro de Economía español desde 2011 logró con esos méritos la confianza del Eurogrupo para convertirse en el nuevo vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE). Tras la retirada hoy de su principal rival, el irlandés Philip Lane, De Guindos tiene vía libre y España volverá a contar con una figura de peso en las finanzas del bloque.
«Puedo aportar al BCE años de experiencia, un saneamiento financiero sin igual, control y respeto a la independencia», dijo el economista de 58 años al defender su candidatura. «Es importante volver (a tener un español en el BCE) y por eso espero que al final sea así».
Y así será. De Guindos sucederá al portugués Vítor Constancio el 31 de mayo tras ser elegido para el cargo por los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea (UE). Antes de esa elección, aseguró, renunciará como ministro.
Será un nuevo giro para el político y economista nacido en Madrid en 1960 tras una larga carrera a caballo entre el sector público y privado y marcada por muchos éxitos y alguna polémica.
Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales, De Guindos ocupó varios cargos políticos desde que José María Aznar, del conservador Partido Popular (PP) de Rajoy, llegó al Gobierno en 1996.
Durante los Gobiernos del socialista José Luis Rodríguez Zapatero (2004-2011) volvió a la economía privada y fue jefe del banco de inversión Lehman Brothers para España y Portugal, además de directivo de la consultora PricewaterhouseCoopers.
Su pasado en el banco estadounidense dividió opiniones cuando De Guindos fue elegido como ministro de Economía por Rajoy a su llegada al Gobierno en 2011.
Mientras unos criticaron que el encargado de capear la crisis viniera de una de las entidades responsables de desatarla con su modelo de negocio y su quiebra, otros vieron que esa experiencia le permitía conocer desde dentro el sistema que tocaba modificar.
«La buena formación le permite entender la complejidad de las cosas con las que se va a enfrentar», dijo tras el nombramiento el ex ministro socialista Jordi Sevilla.
A pesar del dramático costo social de la crisis en España, De Guindos implementó medidas de ajuste para reducir un déficit desbordado, ordenó fuertes provisiones a la banca para apuntalarla y sometió a las autonomías (regiones) del país a planes presupuestarios.
En 2012, cuando el euro se tambaleaba por la crisis en los países del sur del bloque, De Guindos solicitó un rescate europeo para el sistema bancario.
Lo que llamó «préstamo en condiciones muy favorables» buscaba evitar que toda la economía española tuviera que recibir ayudas europeas, como ocurrió con Grecia, Portugal o Chipre.
La apuesta salió bien: la cuarta economía del euro volvió a números negros en 2014 y desde entonces lidera las tasas de crecimiento y reducción de desempleo en el bloque, si bien el déficit y la calidad del trabajo creado siguen arrojando sombras en la recuperación.
Respetado a nivel internacional, De Guindos llevaba tiempo coqueteando con dar el salto al primer plano europeo, donde es un tópico que España se ve «muy infrarrepresentada» (en palabras del ministro) desde que en 2012 perdió un puesto en el comité ejecutivo del BCE.
En 2015 y 2017 sonó como presidente del Eurogrupo -el órgano que reúne a los ministros de Finanzas de la zona euro-, pero perdió la carrera y el cargo quedó en manos del holandés Jeroen Dijsselbloem hasta enero, cuando fue sucedido por el portugués Mário Centeno.
En su nueva apuesta europea, ahora para vicepresidente del BCE, partía como favorito frente a Lane, gobernador del banco central irlandés, pese a puntos en contra como su condición de ministro (la independencia política es un pilar del BCE).
Tampoco frustraron el plan las críticas de parte de la oposición en España por el pasado empresarial de De Guindos o el hecho de que fuese hombre. El economista iniciará así otra etapa en la institución que tantos dolores de cabeza le dio en sus años como ministro.
Por Pablo Sanguinetti (dpa)