MADRID (dpa) – Marco Suástegui nació en una de las comunidades mexicanas del río Papagayo llamada a desaparecer con la construcción de la represa hidroeléctrica de La Parota. Cuando a mediados de 2003 las máquinas de la compañía comenzaron a cavar los primeros túneles, se unió a los muchos vecinos que decidieron plantar cara a la empresa paraestatal. Diez años después, siguen en pie contra lo que aún es un proyecto.
La historia de Marco es una de las muchas pequeñas grandes victorias que el periodista argentino Martín Cúneo y la española Emma Gascó retratan en «Crónicas del estallido» (Icaria), que estos días aterriza en las librerías. Un relato hilado a lo largo de 14 meses y 10.000 kilómetros de viaje en autobús desde Argentina a México, en el que todos sus protagonistas comparten un denominador común: de alguna manera, lograron lo imposible.
«Casi todas las aproximaciones a estos estallidos sociales tienen un punto de vista académico, y lo que nos interesaba era intentar hacer un retrato humano: entender qué pasaba por las cabezas de estas personas, a qué problemas se enfrentaban y en qué momento, encontrando a otra gente con sus mismos problemas, consiguen avanzar», explica a dpa Cúneo, de 35 años.
Así, «Crónicas del estallido» no pretende ser un ensayo ni un libro de Historia exhaustivo, sino dar voz a personas corrientes que, en contextos de violencia o adversidad, se coordinaron para que se hiciera justicia, recuperar un servicio de agua que había sido privatizado o defender un territorio frente a la contaminación. Con un mensaje muy claro: «hacer hincapié en lo que la gente consigue, en que las cosas se pueden cambiar.»
El libro, financiado en parte gracias al «crowdfunding», se compone de nueve capítulos repartidos a lo largo de 400 páginas entre Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Nicaragua, El Salvador, Guatemala y México. Aunque de manera diferente, en todos estos países se produjeron estallidos populares contra las políticas neoliberales aplicadas en Latinoamérica a finales de los 80 y 90, que consiguieron «cambiar el viento».
Millones de campesinos, indígenas, desempleados o mujeres, procedentes a veces de los sectores más marginales, lograron detener a multinacionales como la petrolera Chevron-Texaco en la Amazonía ecuatoriana o la minera canadiense Meridian Gold en la Patagonia argentina, recuperaron fábricas, destaparon escándalos como el de los «falsos positivos» o crearon una comunidad de comunidades indígenas como la del Cauca (Colombia).
«En muchas de estas historias, los protagonistas consiguen empujar la línea de la legalidad, hasta que prima la legitimidad», señala Gascó, de 31 años. Como en el caso de las empresas recuperadas en Argentina (actualmente unas 300, apuntan), donde «se pasa del derecho del propietario a liquidar lo último que queda de la compañía a primar el derecho de los trabajadores a poder mantener a sus familias».
Y es que más allá de los pequeños logros concretos, estos movimientos sociales derivaron en un cambio profundo de mentalidad, comparable a lo que ha sucedido en los últimos años en España con el movimiento antideshaucios, añade Cúneo. «Esto ha hecho que se hayan cambiado leyes» o que ningún juez haya ejecutado el desalojo ordenado del hotel Bauen, en pleno centro de Buenos Aires, tras ser recuperado por sus trabajadores y dar empleo a 500 personas.
En este sentido, movimientos que alzaron al poder a mandatarios como el boliviano Evo Morales son también los que regresan a las calles si éstos no cumplen sus promesas. Un ejemplo: la masiva movilización a finales de 2010 contra el «gasolinazo» de Morales, que lo forzó a «recular», apunta Cúneo. Y así, el presidente tuvo que cumplir con su eslogan de «mandar obedeciendo».
Las de «Crónicas del estallido» son historias que cambiaron los límites de lo imposible y, como en un efecto dominó, contagiaron a otros movimientos ciudadanos para seguir luchando. Más de 200 testimonios de activistas, analistas como el mexicano Gustavo Esteva e historiadores como el argentino Osvaldo Bayer ilustran este libro que reivindica con optimismo la fuerza de la calle.
Por Elena Box