BERLÍN (dpa) – Cuando Werner Kloas, con su entusiasta mirada, habla del «pez tomate», no se refiere precisamente a pescado enlatado con salsa de esta hortaliza, sino que apunta nada menos que a una nueva y ecológica manera de alimentar al mundo.
Este profesor de Endocrinología en la Universidad Humboldt de Berlín y sus colegas trabajan para un proyecto llamado «Tomatenfisch» (pez tomate), cuyo objetivo es perfeccionar un sistema acuapónico cerrado y sostenible para el cultivo en tándem de peces (tilapia) y plantas (tomates). La acuaponía combina la acuicultura tradicional con la hidroponía o cultivo de plantas en agua.
Kloas supervisa el departamento de acuacultura del instituto IGB. En uno de sus invernaderos junto al tranquilo lago Müggel, al sureste de Berlín, el agua fluye hasta unas piscinas de peces y, entre medias, en una especie de cubas crecen filas y filas de tomates. Cubas y piscinas están conectadas por unas cañerías.
De fondo se escucha un zumbido que proviene de las unidades de tratamiento de aguas residuales y los filtros de bacterias. Hace tanto calor y la humedad es tan alta que el vapor se condensa en la cubierta de cristal, lo que también forma parte del concepto de reciclaje.
Cuando Kloas retira la red protectora de una de las piscinas, docenas de tilapia (un grupo de peces de origen africano) se arremolinan para subir a la superficie en busca de alimento. «Nuestros peces se crían sin estrés», afirma. «No debe haber demasiados en una piscina, ni demasiado pocos: son animales gregarios».
El agua de las piscinas se renueva con agua limpia, mientras que la residual con los excrementos de los peces es drenada. «Contiene amoniaco tóxico, explicó Kloas. «Pero con ayuda de bacterias, éste se convierte en un nitrato ideal como fertilizante para plantas».
Así, el agua rica en nutrientes fluye hasta las cubas de tomates. Al transpirar, las plantas de tomate producen vapor de agua que se condensa en un colector en el techo, se canaliza y regresa a las piscinas como agua limpia.
La acuaponía lleva practicándose desde hace décadas en todo el mundo. «Hemos desarrollado nuestro sistema hasta el punto de que es altamente eficiente y apenas requiere agua adicional», explica el biólogo. «Para cultivar un kilo de tomates al aire libre en Almería (España) se necesitan 180 litros de agua. Con la acuaponía sólo se necesitan 35 litros y una quinta parte del espacio.»
El alimento para los peces -mosquitos ricos en proteínas y larvas- también es sostenible y barato. Además, el calor residual de las plantas de biogás o paneles solares utilizado para calentar el invernadero también se produce libre de emisiones. «Los peces crecen rápido, y con ellos tenemos un pescado rico en proteínas y fácil de digerir», subraya.
Si los investigadores en acuaponía lograsen cultivar arapaima, un tipo de peces de agua dulce oriundo del Amazonas que llega a medir más de dos metros y pesar más de 100 kilos, el sistema sería incluso más eficiente. «Nuestra tecnología podría suponer una importante contribución a la seguridad alimentaria en el siglo XXI», subraya el experto.
Así, en los países en desarrollo, por ejemplo, un sistema básico de acuaponía con depósitos especiales para el agua de lluvia y un sistema de bombeo, que costaría en torno a 1.000 euros (1.400 dólares), podría proporcionar 200 kilos de pescado al año, sostiene Kloas. De momento, bajo la dirección del IGB, la viabilidad del «pez tomate» se pondrá a prueba a gran escaña en Alemania, Bélgica, China y España.
Por Andrea Barthélémy